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martes, 29 de junio de 2010

Presentación del nuevo libro

A todos los amigos:
El 23 de junio, en el Teatro Español, presentamos el libro "La colonización española en la Patagonia". Estuvimos en la mesa Fernando Carmona Vivona, nuestro ilustrador, David Fiel, David Williams y quien suscribe.
El evento fue realmente muy emotivo y, al menos para mí, sin precedentes.  A pesar de que el libro es sencillo y breve, los elogios de los colegas me sorprendieron gratamente.  Por ello es que esta entrada no me pertenece, ya que contiene las críticas de ambos Davides.
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La colonización española en la Patagonia por Bruno Sancci, con ilustraciones de Fernando Carmona Vivona. Buenos Aires: De los cuatro vientos, 2010. 142 páginas.

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Como los manuales para el usuario, como la colección de introducciones for dummies, este texto introduce también, pero lo hace desde una posición de la escritura que permite flexibilidades con su tema, y que otros tonos, más anecdóticos o académicos, no lograrían plasmar.
El tono elegido por Bruno Sancci lleva la escritura al plano de una comodidad estable, cálida. No equidistante (no duramente centrado) respecto de la anécdota y del archivo especializado, el autor transita por su tema como un viajero. Transitar, viajar un tema, es la mejor metáfora que encuentro para nombrar la posición de la escritura elegida aquí. El anecdotario que vulgariza tiende a la recolección; justifica la manifestación inconsútil por el efecto inmediato que produce la mera exposición de sus piezas. El investigador concentrado en su archivo, se exculpa del tedio en el que incurre, por la minuciosidad de sus consideraciones. Obligado a trabajar los detalles de un único acontecimiento, gana en intensidad lo que resigna en atractivo.
Bruno Sancci no explora el intermedio de estas dos posiciones consagradas, porque entre ellas no hay un intermedio. La suya es otra posición, diferente: la de un centro siempre mutable, que se resiste a impregnarse del polvo de las verdades y que, en cambio, se vierte generosamente sobre los bordes emotivos de la historia contada. De este modo, el tono permite la recolección sin temerle al detalle, deambulando no por un caos sino por el interior de un límite bien preciso. De hecho, las unidades dramáticas de acción, de lugar y de tiempo no faltan aquí, y el tono asumido es el que asumiría un caminante gozoso que argumenta su totalidad narrativa sirviéndose de las anécdotas y sorteando con elegancia, más sin dejar de rozarlas, las citas duras, reverenciables, de los documentos. En este viaje feliz, el autor a la vez trabaja y descansa, explora y cosecha, se divierte y no cesa de descubrir relaciones.

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En varios sentidos, este texto constituye a su modo una lección de escritura. La limpidez amable de su exposición es una ocasión, también, para la renovación del conocimiento. Una renovación de este tipo le está vedada a la vulgarización anecdótica; se la arroga con soberbia, en cambio, la investigación inclinada científicamente sobre los archivos. Pero las conexiones abiertas, no condicionadas, creativas, y que son parte fundamental de esa renovación, ocurren muy ocasionalmente en estas investigaciones. Favorecidas aquí por el tono distendido, por el carácter transitivo de la escritura que el autor ensaya, las conexiones afloran en su esplendor.
¿En qué sentido el asomo de esa lección de escritura constituye una inflexión positiva de este texto?
El foco hecho no sobre el carácter fidedigno de lo acontecido sino sobre el trazo solidario de los relatos que se conectan, permite unir la amplitud de los movimientos ejecutados por los actores históricos con los parámetros generales de un tiempo ya global, es decir de un vasto panorama social, cultural, económico, político, geográfico, etc. En este sentido, el libro está escrito (e ilustrado) como no sabiendo algo que su prólogo -titulado “Sobre este texto”- sí sabe muy bien. El autor dice allí: “…al haberme familiarizado desde hacía un tiempo con la temática, [ella] me sumergió en un interesante mundo de placer y aventura que transcurre en una época que siempre me fascinó: el mundo de los navegantes, piratas y exploradores; de pioneros a los cuales admiré en mi adolescencia en la pluma de Salgari, Stevenson, Fenimore Cooper, y luego en los relatos de Jack London, Mark Twain y, por qué no, en los de Hugo Pratt y su Corto Maltés o en aquel Alvar Mayor de Trillo y Breccia” (p. 15).
El libro, ese finalmente escrito tras su prólogo promisorio, sabe bien del deseo que allí se escondía, conoce su fascinación primitiva y se aplica a plasmarla con resolución, sin temerle a la expresión directa, no amanerada por la peor de las ficciones concebibles, la del “saber académico”. La colonización española en la Patagonia es pues, bajo este título declarativo, una novela. Hice la prueba, en varias de sus partes, de leerlo como si se tratara de una ficción deliberada, y, a mis ojos al menos, las tensiones propias de estas formas, en las que la invención calcula más sus operaciones porque su verdad depende por completo de su unidad, se sostuvieron aquí, resistiendo todos los esfuerzos por colgar de sus afirmaciones el grillo de la verdad científica, que suele usarse, en general, para perdonar una escritura bochornosa. Buena parte de la alegría de este texto depende, a mi entender, de la continuidad de esta resistencia, que hace de él la admirable novela breve de una aventura real, experimentada por pioneros, navegantes, piratas y aventureros reales. No sabría de otro elogio mejor que hacerle a su autor, que asimilar los fueros de su escritura al de esos relatos que el prólogo ya ponderaba y que contienen una carga de vida que raras veces la historia, y casi siempre los buenos libros de viajes, suelen depararle al lector.

David Fiel
Gaiman, 23/06/2010

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Presentación del libro
La colonización española en la Patagonia, de Bruno Sancci


Buenas noches:

es para mí un honor y un placer presentar esta noche el libro de un viejo amigo- y no porque crea que somos tan viejos, sino porque somos amigos desde hace largos años.

Un honor, porque admiro el trabajo académico de Bruno en la historia, y considero que el hecho de que esta noche haya solicitado a un médico – aunque historiador aficionado- que colabore en la presentación de su último libro demuestra una amplitud mental admirable, y un gran cariño por quien les habla.

Un placer, porque si bien la medicina es mi profesión y mi medio de vida, dedico mucho de mi tiempo libre a la Historia. Y es un placer leerla, como lo fue leer el ameno libro que esta noche Bruno nos entrega, para aumentar la ya nutrida colección de títulos con que los escritores trelewenses han contribuido a disminuir el espacio disponible en las bibliotecas públicas y privadas.

Hace un tiempo asistí a la presentación de otro libro, y el escritor era también trelewense. El mismo se sorprendía de la generación de escritores que habia producido el antiguo Colegio Nacional de Trelew, escritores que habían salido de un grupo de estudiantes que por los años ’80 asistieron a las aulas de aquella institución. Soprendía ver que en el lapso de cuatro o cinco años había una –relativamente- larga lista de autores, que cultivaban diversas ramas de la literatura. Bruno, como yo, pertenece a aquella generación de estudiantes que devinieron escritores.

El libro La Colonización española en la Patagonia, lo dije ya, es un libro ameno. Es fácil de leer, tanto por su formato físico, de un cómodo diseño y abundante en ilustraciones, como por la decisión de Bruno de dejar de lado el exceso de academicismos- lenguaje técnico que me consta que maneja muy bien, y que pudo haber utilizado, si así lo hubiera deseado, en este libro. Pero no es, desde luego, sólo un libro entretenido.

Como el propio Bruno lo destaca en las páginas que nos deja, es un trabajo descriptivo, y cito: “por esta causa, no tiene la intención de eludir algún compromiso de tipo ideológico, sino la de aportar información valiosa, bien documentada, a menudo dejada de lado por otros estudios que podrían ver en peligro sus hipótesis de trabajo”.

En efecto, la obra aporta información valiosa, con datos que hasta ahora no habían sido publicados, y, sobre todo, cita fuentes que nos abren nuevos panoramas de investigación. La colonización española en la Patagonia no es un campo de estudio nuevo, pero sí es un camino poco trillado. En efecto, se han dedicado muchos trabajos a la colonización galesa en la Patagonia y, en especial, en el Chubut – y como cultor de esta parte de nuestra historia sé que hay mucho, muchísimo más para hacer aún en ese campo. No puedo imaginar cuánto falta aún por hacer en el terreno de la mencionada colonización española, mucho menos conocida. Creo que este primer trabajo de Bruno es sólo una aproximación inicial al tema –como él mismo lo deja entrever, quedan documentos preciosos esperando su análisis, y quiero creer que él continuará el trabajo comenzado en estas páginas que hoy salen a la luz.

Sin embargo, sin dejar de ser una aproximación, un resumen introductorio al tema para el lector poco avezado en el mismo, así como una guía para el investigador con profundo conocimiento sobre el mismo, es un libro completo en sí mismo, que cumple apropiadamente con la idea que el autor lo escribe: describe, y proporciona información valiosa. Pero, a pesar de lo que el proip autor dice, hay también algo de análisis, muy interesante por cierto.

Admiro el valor de Bruno al aclarar algo que surge evidente a los ojos de todo aquél que estudie la historia patagónica, pero que, llevado el estudioso por la tendencia actual, tiende a olvidarse, y es que América no era un Paraíso antes de la llegada de los europeos. ¿Por qué no era un Paraíso? Simplemente, porque estaba poblada por hombres: había aquí guerras, había esclavos, había mentiras y simulaciones, intereses egoístas, y otros males comunes a todos los hombres. Hacía ya rato que Adán y Eva habían sido expulsados del Paraíso. Desde luego, había también amor, y valor, e intereses espirituales, y altruísmo, y todo lo que el Hombre, “ese Dios en miniatura”, en palabras de Pierre Grasse, tiene consigo por el simple hecho de ser humano, y por lo tanto, a la vez divino y terrenal.

Me encuentro trabajando casi con exclusividad sobre la lingüística y la mitología tehuelche y ona, y puedo decirles que dicho estudio me ha abierto los ojos al respeto y al cariño por aquellos hombres y mujeres que precedieron al europeo en poblar esta América. Pero, insisto, eran humanos, iguales a todos los humanos, con virtudes y con defectos. Hubo aquí, entre los pueblos originarios, quienes obtuvieron beneficios de la colonización española, y la aprovecharon, para bien o para mal, con fines propios. Esta idea forma parte del análisis que nos deja Bruno en su libro.

Dicho análisis se extiende a otros puntos, como las causas humanas que aumentaron la dificultad del gobierno de las colonias españolas de Floridablanca, Fuerte San José, y Nueva Murcia, con su Fuerte Nuestra Señora del Carmen, hoy Patagones, o los errores cometidos al seleccionar las zonas a colonizar, entre otros temas abordados en la obra.

Es un libro pequeño, y por lo tanto no puede ser más que lo que Bruno pretendía, una obra descriptiva. Sorprende así el arte con el cual el autor se da el lujo de introducir descripciones que pintan el ambiente, dejándonos impresiones casi físicas en los cuadros que ilumina con su pluma, y con citas de otros autoeres; la puesta en escena que supone describir a los soldados, a los desertores, a las mujeres que acompañaron a los colonos- cuyo papel central en toda colonización el autor rescata con respeto- esta puesta en escena, digho, está muy bien lograda. Sorprende, también, la dedicación al estudio algo más profundo de temas como el problema del escorbuto entre los españoles, o de la viruela que diezmó a los tehuelches, o de la medicina aborigen- tema este último que, tal vez por mi formación médica, siempre me había llamado la atención en esta historia.

Es también una sorpresa la inclusión en la obra de lo que se considera el primer poema patagónico: los versos anónimos de protesta de los forzados colonos y soldados del Fuerte San José, en nuestra amada Península Valdés. No es la primera vez que se publican estos versos, pero creo que la obra de Bruno los pone más al alcance de los lectores modernos, pues los trabajos en que aparecieron antes no son de fácil acceso. Ello más allá del análisis literario del poema- que no tenía, creo yo, más que la mencionada intención de protestar en forma más o menos irónica, y que jamás tuvo pretensiones de trascender la frontera de los tiempos como lo ha hecho.

Para no extendernos demasiado, rescato de las páginas de este libro una idea interesante más, de entre las tantas que pueden analizarse: la de que la colonia de Floridablanca tuvo una excelente relación con los nativos, lo que no ocurrió con las otras dos, por lo menos, no todo el tiempo, como lo atestigua el hecho de haber sido nuestro Fuerte San José destruido por los nativos en 1810. Esta excelente relación es un antecedente importante de aquella semejante que lograrían los galeses con nativos de la misma etnia, casi un siglo más tarde. Es un ejemplo de comprensión, de identificación y comprensión mutuas entre tehuelches y españoles.

Y voy a terminar con un cálido recuerdo: una caminata con mochilas que, allá por el año 1985, realizamos dos adolescentes de diecinueve años, y uno de dieciseis. Éramos Axel Spanjersberg, hoy radicado en Neuquén, Bruno Sancci, aquí a mi lado esta noche, y yo mismo. Caminamos desde Boca de la Zanja, río arriba, hasta el dique Florentino Ameghino. Antes de partir, aconsejamos a Bruno dejar algunas cosas para aliviar el peso de su mochila. Nadie que no haya caminado largos kilómetros con un peso a cuestas puede saber lo que significa el mínimo artículo de más, y nuestra “gran” experiencia nos motivó a darle a Bruno el consejo de alivianar su carga. Así es que quedaron en casa de Axel varios artículos, la mayoría de paradero desconocido, y este objeto que hoy traigo a Bruno, como presente, luego de 25 años.

Nada más. Muchas gracias.

David Williams, 23 de junio de 2010