Bienvenidos!
La idea del blog es poder compartir una serie de textos e ideas con personas interesadas en temáticas de actualidad.
Pueden realizar críticas y comentarios al pié de la página haciendo click donde dice "Enlaces a esta entrada" o "Comentarios".

viernes, 25 de diciembre de 2009

La coherencia a la hora de opinar.
Sobre Estela Carlotto e Hilda Molina

Hace unas semanas fuimos testigos de un cruce de opiniones que trascendió fronteras físicas y simbólicas pero que no terminó generando algunas reflexiones necesarias.
La médica cubana Hilda Molina respondió a una serie de preguntas a un periodista y, refiriéndose a si había solicitado ayuda a las Madres de Plaza de mayo para conseguir su permiso de salida que el Estado cubano le había negado durante quince años, respondió que probablemente no la hubieran ayudado porque estaban de acuerdo con el sistema político de Fidel Castro. Esto no dejaba de ser una paradoja, ya que habían sufrido el autoritarismo de un régimen de derecha y ahora defendían a otro de izquierda. Luego, Estela Carlotto reaccionó llamando a Molina a silencio y elogiando los resultados de la revolución cubana.


Cuando me remito a estas cuestiones me viene a la mente un filósofo y epistemólogo francés, Gastón Bachelard, autor de un concepto interesante: la noción de obstáculo epistemológico. El obstáculo epistemológico se refiere a una serie de trabas que poseen los científicos a la hora de la investigación y, por ende, de la búsqueda de la verdad. Dichas trabas se caracterizan por ser parte del universo de conocimientos y afirmaciones del investigador, ya que no son problemas que se refieren al objeto que es investigado. Entre los obstáculos epistemológicos más fuertes, podemos nombrar al menos tres: el conocimiento previo, la observación inmediata y la opinión.
Con frecuencia, el conocimiento previo no permite profundizar la mirada del investigador, ya que condiciona lo que uno ve y aquellas cosas que observa se interpretan a partir de una lógica expresada con anterioridad, impidiendo analizarlas a partir de la lógica interna del mismo fenómeno observado. O sea: se ve más o menos lo que se veía antes de comenzar y no se aprecian los nuevos datos que nos aporta la realidad.
La opinión, por su parte, no permite traspasar la superficialidad de una visión que, una vez que se emite, se encuentra en la obligación de mantenerse. En cuanto a la observación primaria, no suele ser suficiente para entrar en la complejidad del fenómeno analizado.
Muchas veces, estas tres limitaciones se pueden observar en la tierra de los historiadores y de quienes analizan los fenómenos que se dan en la actualidad. Cuando se trata de la Historia, es a la luz de estas cuestiones que analizar hechos recientes se entorpece, ya que a los obstáculos epistemológicos se les suma la cuestión ideológica y las visiones que se tiene de la derecha y la izquierda.
Si uno analiza desde un punto de vista tan limitado y enraizado en lugares comunes, poca será la comprensión de la realidad y cada vez se alejará más de la interpretación de los hechos históricos y, lo que es peor, se puede llegar a convertir en legitimador de injusticias mayúsculas para, sin desearlo, convertirse en un verdugo y maltratador simbólico de aquellos que no comparten sus posiciones.
Retomando el cruce de palabras suscitado por las visiones de Molina y Carlotto, podemos decir que es el ámbito propicio para crearnos casi todos los obstáculos referidos por Bachelard y terminar diciendo y haciendo aquellas cosas que criticamos, fomentando aquellas injusticias que ya han caído sobre nuestros cuerpos y que han sentido en carne propia nuestros seres queridos.
Analicemos algunas cuestiones a la luz de los hechos: Estela Carlotto es una mujer que ha sufrido –y sufre aún- el terror y el autoritarismo de un régimen militar que mató y torturó a sus seres queridos y luchó incansablemente por el reconocimiento de dicho crimen, pidiendo por justicia, sin bajar los brazos, con tino e inteligencia a la hora de confrontar y debatir. Al menos hasta ahora.
Cuando digo hasta ahora, me refiero al tino y la inteligencia necesarias en este contexto y no a otra cosa, que no se malinterprete.
La afirmación se sustenta en el hecho de destacar contra qué, exactamente, centra su enfoque. Si lo hace en pos de un reconocimiento y un llamado universal a la justicia, ha demostrado un alto grado de desinteligencia, al menos momentánea. Si pretende defender los ideales de la izquierda, se ha equivocado aún más, por todo lo que ello implica. Y acá es donde entra Bachelard. Es en este punto que todo lo que era claro, blanco o negro, entra en un plano de irrealidad y de zonas grises en las cuales se comienza a justificar lo que se debería denunciar…
La familia de Carlotto fue asesinada y torturada salvajemente por un régimen de derecha. Ahora bien, ¿ello es condenable por ser un régimen de derecha o por el hecho de matar y torturar? ¿Uno clama justicia por el tormento infligido o por la ideología del verdugo de turno?
Creo, de todo corazón, que Carlotto está a favor de una postura humanista, de un mundo sin torturas, sin persecuciones y con plenas libertades. La justicia de su protesta se basa en la integridad moral de quien clama por el castigo a quienes mataron, censuraron y torturaron; no, necesariamente, por la oposición a la ideología en nombre de la cual perpetraron las atrocidades.
No creo que la abuela de Plaza de Mayo desee defender a torturadores y asesinos por poseer éstos una ideología distinta a la esgrimida por los representantes de la última dictadura militar. Sin embargo, aquí es donde faltan la claridad conceptual, el espíritu crítico, el sentido común y la ubicación. Éste es un punto de inflexión muy importante que requiere sacarse de encima los obstáculos epistemológicos que plantea Bachelard.
El filósofo francés afirma que el científico debe reconocer los propios obstáculos y trabajar a partir de ellos para poder acercarse al conocimiento. Estela Carlotto transita por un camino en el que se plantean los mismos problemas pero no es una historiadora ni una científica. Por otra parte, es una persona respetada, destacada, que participa en la vida política y pública del país, por lo que su grado de responsabilidad es muy elevado: lo que diga o haga puede generar actitudes concretas en la gente, pudiendo influir en muchos sentidos. Y si bien no se puede exigir que utilice un tipo de reflexión y razonamientos científicos que son ajenos a su cotidianeidad, podría optar por otro camino, que también serviría a tales fines: el de la coherencia.
Si alguien, legítimamente, hace un llamamiento a levantar sus voces a favor de los Derechos Humanos y en contra de la censura, la discriminación, la persecución política, la muerte, la tortura y la igualdad de oportunidades, debe ser coherente y exigirla de manera universal.
Parece ser que ciertos alineamientos políticos y discursivos tanto a nivel nacional como internacional son altamente perjudiciales a la hora de ver las cosas tal como son. Por ejemplo, cuando a nivel nacional se habla de los Derechos Humanos, se esgrimen posturas en contra de la pena de muerte, de la censura, de la ingerencia en la vida privada, del poco respeto por los diferentes, entre otras consignas. Al mismo tiempo, aquellos sectores que denuncian hacia adentro estos actos, los justifican hacia fuera. Es allí donde la falta de coherencia se hace patente…
Si nos quejamos de que nos han matado, torturado, discriminado y silenciado… ¿por qué justificamos los mismos actos en otros lados del mundo? Es lo que ha terminado sucediendo con el caso de Hilda Molina.
En la Cuba de los Castro, la misma que la doctora defendía activamente cuando era legisladora en la isla, aquella que luego le hizo sentir su rigor, existen la pena de muerte, el maltrato físico, el autoritarismo, la persecución a los homosexuales, la censura y las detenciones arbitrarias. Esos son hechos que atentan contra la integridad de la condición humana.
Acaso el llamar al silencio a la señora Molina no resiste el mínimo análisis: es lisa y llanamente un acto de censura (la misma que hemos sufrido en otras épocas).
Hoy en día hay que tener mucho cuidado con lo que se dice, hay que analizarlo a la luz de miradas más objetivas para no caer en contradicciones, ya que las mismas no son meramente discursivas sino que tienden a justificar y perpetuar prácticas represivas que afectan a otros en el plano de lo concreto.